JESÚS SE ACERCA A LOS POBRES, LOS ENFERMOS Y LOS PECADORES

Basil Darker Gaete

1.- ¿Por qué Jesús se acerca a los marginados?

Al acercarnos a conocer a la persona de Jesús, una de las primeras cosas que llaman la atención es el gran número de hechos prodigiosos que se asocian a él: ciegos que ven, mudos que hablan, leprosos que se purifican, agua que se transforma en vino, etc. ¿Por qué Jesús se manifiesta así? Al acercarnos a las Sagradas Escrituras, nos damos cuenta que justamente así habían anunciado los profetas que se comportaría el Mesías esperado por los judíos:

“Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: "¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: ¡él mismo viene a salvarlos!". Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo.” (Isaías 35, 3-6)

Al inicio de su vida pública, en la sinagoga de Nazaret, Jesús se apropia plenamente de su rol de Mesías asumiendo las antiguas profecías, como nos lo relata el evangelio de Lucas:

“Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”(  Este texto aparece en Isaías 61, 1-2). Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír". Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?".” (Lucas 4, 16-22)

¿Cómo reaccionarías tú si una persona que tú conoces desde pequeño, fue tu vecino, tal vez hasta jugaste con él y que para ti no es nadie extraordinario, un día cualquiera afirma ser el cumplimiento de la salvación, un Mesías prometido? Más o menos así los paisanos de Jesús se sintieron al presenciar este chocante momento (tanto así que después San Lucas relata que los nazarenos estuvieron a punto de despeñar a Jesús por un desfiladero), sin embargo, Él tiene clara su misión: anunciar a los pobres, a los marginados, a los enfermos, a los oprimidos que Dios no los ha olvidado, muy por el contrario, se acerca en forma inminente a liberarlos de sus miserias y aflicciones a través de la llegada del Reino. En otro sitio dirá Jesús, cuando a causa de sus muchos milagros quieren retenerlo para que no se vaya: “También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado” (Lucas 4, 43).

Jesús no hace milagros con el objetivo de maravillar al público como hace un mago de circo, la acción de Jesús acogiendo a los pobres, sanando a los enfermos y atrayendo a los pecadores (que vistos de otro punto de vista, pueden ser otro tipo de “enfermos”) quiere presentar a través de signos concretos la salvación completa (integral) que Dios quiere ofrecer a la humanidad.


 
2.- Enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres

En tiempos de Jesús, tal como ocurre hoy en día, parecía que la vida sonreía a unos y era una miseria para otros. Cuando en la Biblia hablamos de los pobres no nos referimos sólo a la gente de mala situación económica (abundante en tiempos de Jesús, él mismo pertenecía a esa porción humilde), sino también a los enfermos y los despreciados por los judíos piadosos por ser “pecadores” (los no judíos (también llamados paganos o gentiles), las prostitutas, los publicanos). A estas personas “miserables” Jesús trae una “Buena Noticia” que no viene a reemplazar la Ley entregada a los judíos por Dios a través de Moisés, sino a “darle cumplimiento” (Mateo 5, 17), es decir a darle perfección, a explicar que no basta con “no matar”, sino que ni siquiera debiéramos irritarnos contra nuestro hermano (Mateo 5, 21-22), que no basta con “no cometer adulterio”, sino que ni siquiera debiéramos desear a la mujer del prójimo (Mateo 5, 27-28), que no basta con responder “ojo por ojo y diente por diente”, sino que al contrario debiéramos ofrecer la mejilla derecha al que nos golpea la izquierda (Mateo 5, 38-39) y tantos otros detalles que especifica Jesús a lo largo de su predicación.
A través de la comprensión, aceptación y puesta en práctica de las enseñanzas de Jesús quienes le escuchan permiten que el Reino de Dios verdaderamente llegue a sus vidas y dé a su sufrimiento y pesar un nuevo significado.
En varias partes del Evangelio Jesús manifiesta compasión por las multitudes que le siguen en busca de un mensaje nuevo y liberador:

Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. (Mateo 9, 36)

Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato. (Marcos 6, 34)

Este mensaje de Jesús es más aceptado por los pobres (que con más facilidad tienen conciencia de sus límites y se sienten necesitados de Dios) que por aquéllos que se sienten seguros y satisfechos, ya sea porque sean monetariamente ricos (recordar parábola del hombre rico y el pobre Lázaro en Lucas 16, 19-31 o la parábola del rico insensato en Lucas 12, 16-21), porque se crean justos por cumplir con los preceptos rituales (recordar parábola del fariseo y el publicano en Lucas 18, 9-14) o por el sólo hecho de pertenecer al pueblo elegido por Dios y ser “hijos de Abraham” (“Ellos le replicaron: "Nuestro padre es Abraham". Y Jesús les dijo: "Si ustedes fueran hijos de Abraham obrarían como él”, Juan 8, 39). Por esto Jesús diría que los pobres de espíritu son felices porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos (Mateo 5, 3) y por otra parte lo difícil que sería para los ricos aceptar y entrar en este Reino (Mateo 19, 23-24).



3.- Jesús, canal de la misericordia del Padre

Como decíamos una de las manifestaciones concretas de que Jesús fue el Mesías anunciado por los profetas judíos fue su capacidad de sanar enfermedades y dolencias e incluso resucitar muertos; como podríamos gastar hojas y hojas en citar los distintos relatos de curaciones que registran los evangelistas, me referiré sólo a algunos fragmentos que muestran cómo Jesús se comportó como un canal del poder curativo, amoroso y misericordioso del Padre Dios con quienes sufrían en el cuerpo, la mente y el espíritu.

Su fama se extendió por toda la Siria, y le llevaban a todos los enfermos, afligidos por diversas enfermedades y sufrimientos: endemoniados, epilépticos y paralíticos, y él los curaba. (Mateo 4, 24)

Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo.
Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!".
Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto. (Marcos 3, 10-12)

Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada". Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.
 Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?". (Marcos 5, 25-30)

Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba.
De muchos salían demonios, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!". Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías. (Lucas 4, 40-41)

Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presentes algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para curar. (Lucas 5, 17)

Y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos. (Lucas 6, 19)

Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes. (Lucas 11, 20)



4.- El Hijo del Hombre puede perdonar los pecados

Una de las acciones más polémicas de Jesús era cuando declaraba tener el poder de perdonar los pecados de las personas, dado que este era un atributo exclusivo de Dios, por lo tanto que un hombre se declarara portador de este poder incurría, a los ojos de los judíos piadosos, en blasfemia flagrante. Sin embargo, Jesús no teme en arrogarse este atributo e incluso parece colocarlo como algo más importante que el hecho de curar enfermedades; podemos ver esto en el episodio de la curación del paralítico:

“Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados". Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: "¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?" Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: "¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate, toma tu camilla y camina'? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados  -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".
El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto nada igual".” (Marcos 2, 3-12)

Para muchos judíos en especial los más apegados al cumplimiento riguroso de la Ley de Moisés, tan dados a clasificar a las personas por sus acciones en justos y pecadores, les parecía contraproducente la tendencia de Jesús de mezclarse con personas “impuras”: publicanos, prostitutas y otros pecadores, sin embargo una y otra vez Jesús indica que justamente ésa es su misión:

Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?".
 Jesús, que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
 Vayan y aprendan qué significa: “Yo quiero misericordia y no sacrificios”. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". (Mateo 9, 10-13)

Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían. Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: "¿Por qué come con publicanos y pecadores?".
 Jesús, que había oído, les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". (Marcos 2, 15-17)

Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?". Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan". (Lucas 5, 29-32)

Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. (Juan 3, 16-17)

Aquí reside la novedad del mensaje de Jesús: el hombre no se salva ni se justifica sólo por cumplir a pie juntillas una serie de normas rituales y religiosas, sino que Dios tiene plena libertad para llamar hacia sí y perdonar a los que sinceramente quieren volverse hacia Él, especialmente a través del seguimiento del Hijo que el mismo Padre enviaba para rescatar a esta muchedumbre que a pesar de tener sacerdotes y maestros de la Ley en medio de ellos seguían pareciendo “ovejas sin pastor”.
Jesús rompe con la rígida clasificación judía de las personas entre “justas” y “pecadoras” y por el contrario afirma temerariamente que todos los seres humanos necesitan de la salvación y el perdón de Dios y no sólo quienes han sido catalogados como impíos o impuros. Esto queda magistralmente ilustrado en el episodio de la mujer adúltera:

Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?". Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra".
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
 Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?". Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante". (Juan 8, 3-11)


5.- Jesús nos salva en forma integral

Para ir concluyendo, quisiera puntualizar los conceptos más interesantes de este tema.

1) El acercamiento de Jesús a los pobres, los enfermos y los pecadores no es algo fortuito, sino muy por el contrario, ¡es justamente a lo que fue enviado por el Padre Dios! A través de sus curaciones, milagros y enseñanzas se dedica precisamente a anunciar la Buena Noticia, primero al pueblo de Israel, y luego a toda la humanidad hasta nuestros días, buena noticia que consiste en que el Reino de Dios está disponible para curar nuestras enfermedades, nuestras miserias, nuestro pecado y  así rescatarnos para que tengamos en Él vida en abundancia (Juan 10, 10).

2) Si bien Jesús no fue el Mesías político y guerrero que muchos judíos esperaban, tampoco fue un maestro meramente espiritual, sino que también es consciente de las necesidades corporales, sociales y psicológicas de los seres humanos; en otras palabras, me atrevo a decir que Jesús no viene sólo a salvar almas, sino a la persona en su plena integralidad (cuerpo-espíritu-mente-relación con los demás). Para ilustrar esto me gusta citar, nuevamente, el texto de la curación de la mujer con hemorragias (Marcos 5, 25-34). El texto dice que la mujer llevaba 12 años portando una hemorragia que numerosos médicos no habían podido resolver; de acuerdo a la Ley de Moisés, una mujer que portara flujo de sangre fuera del periodo menstrual era considerada “impura” mientras le durara el flujo y más aun, contaminaba lo que tocara (Levítico 15, 25-27), por lo tanto ¡esta pobre mujer llevaba 12 años siendo despreciada como impura por sus compatriotas, siendo esto fuente de aflicción y de marginación social! Movida por esta triste situación, esta mujer coloca toda su esperanza y fe en el “profeta” Jesús, que ha demostrado en tantas ocasiones el poder de librar a muchos otros de sus dolencias (“Con sólo tocar su manto quedaré curada”). Y nuevamente el poder de Dios obra maravillas, Jesús percibe “que una fuerza sale de él” y extrañado busca a quien le había tocado. Es curioso que Jesús se detenga especialmente a buscar a quien lo ha tocado, siendo que sus mismos discípulos le indican que “la gente te aprieta por todas partes y ¿aun así preguntas quién te ha tocado?” (Marcos 5, 31). ¿Por qué si tantos lo tocaban sólo esta mujer aparentemente se vio beneficiada al punto que llamó directamente la atención de Jesús? El versículo 34 nos da la respuesta: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad". Con este gesto y estas palabras Jesús sella completa y voluntariamente la curación que involuntariamente la mujer había iniciado movida por su fe; con sus palabras Jesús no sólo consuma la curación, sino que la declara nuevamente “pura”, restituyéndola a la comunidad de Israel y por lo tanto otorgándole salud social, mental, espiritual y corporal, en otras palabras, una salud integral.

Finalmente, la razón de ser de todas las acciones maravillosas de Jesús queda estupendamente ilustrada por el mismo Señor cuando su primo el Bautista mandó a preguntar si él es el Mesías o hay que esperar a otra persona:

"Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres.
 ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!" (Mateo 11, 4-6)

¡Bendito y alabado sea por siempre Jesús!