Por P. Pietro Magliozzi, MI
"Hay
más alegría en dar que en recibir”, “Dios ama a quien da con alegría”, frases
del Nuevo Testamento, pero también verdades que hemos vivido esa noche entre el
domingo 23 y el lunes 24 de junio por las calles de Santiago en pleno invierno, con frío, cuatro integrantes de la Familia Camiliana Laica (Anita, Sara,
Graciela y P. Pietro, religioso camiliano) más Sebastián Maldonado, trabajador
social, Suzane Laferte,
Psicopedagoga y Juan Pablo Mena, Administrador de empresas.
Una tarea de emergencia camiliana (o Camillian Task Force como la llamamos en
el año del terremoto) esta vez entre los mendigos que viven en la calle y no
quieren ser institucionalizados de ninguna forma.
Pertenecen
a la espiritualidad contestataria
profetas como Elías, Jeremías, Miqueas, Oseas, el Magnificat de María, los monjes
del desierto, los locos santos, el Cantico del hermano sol de San Francisco de
Asís, Pascal, Sta. Juana de Arco, la espiritualidad negra, todas las
espiritualidades de liberación. San Camilo decía que los pobres y los enfermos
son nuestras escuelas y libros. ¿Qué aprendemos, por tanto, de personas tan
contestatarias y fuera del sistema? ¿En qué nos ayudan a sanarnos espiritual y
antropológicamente?
Primero,
nos ayudan a rescatar la espiritualidad nómada, del primer Israel, que era
libre de estructuras estáticas, que no ponía a Dios en una jaula de ladrillos
físicos, morales, religiosos y legales, sino que estaba siempre en movimiento
siguiendo su Palabra dinámicamente, su espíritu que sopla adonde quiere. Los mendigos
son personas libres de mil necesidades que la gente “normal” considera
indispensables. No necesitan de agua, electricidad, gas, casa, trabajo, pero,
sí, necesitan calor humano o al menos de perritos amigos, necesitan contar su
historia y relacionarse con otros. Es una escuela de libertad del ser, una
profecía del desprendimiento de lo material.
Segundo,
nos ayudan a entender el tiempo como kairos (momentos significativos) y no sólo
como kronos que esclaviza (el tiempo del reloj). En el tiempo significativo se
busca cada día como dar sentido al nuevo día. Nadie les impone tiempos ni plazos, viven según un ritmo natural. Es una escuela de vivir el presente
y una profecía de la libertad del tiempo.
Tercero,
nos ofrecen una visión distinta también del espacio. Su techo es la luna y el
cielo, y su piso es la tierra. No hay otro límite o paredes; ponerlos en una
institución es crear jaulas; “estoy estrecho” me decían muchos que habían
tenido una casa o habían vivido en una institución. Es una escuela de amplitud
de vida, de largos horizontes, una profecía de visión cosmológica de la
realidad.
Cuarto,
nos ayudan a saber percibir agradecidos los dones, el vivir de la Providencia.
“Se les agradece mucho” repetían después de haber recibido un paquete con frazada,
pantalón, parka, gorro, bufanda, calcetines y acompañados por un cafecito
caliente con galletas y pancito. No necesitan más, porque han recibido lo
esencial para superar la noche y el momento difícil. Es una escuela de pobreza
afectiva y efectiva, que enseña a vivir casi sin nada (cartones, un colchón,
una frazada), es la profecía de la simplicidad de la vida y de la libertad del
tener.
Quinto,
piden la bendición y tienen respeto de Dios y del ministro sagrado, son capaces
de hablar de temas religiosos sin pudor o vergüenza. Es la escuela de una
religiosidad humana, la profecía de la espiritualidad contestataria.
Sexto,
nos ayudan a vivir sin mascaras, auténticos, espontáneos, desenvueltos, en
hablar, y en comportarse, como los niños. No deben defender nada (ni placeres,
ni poderes, ni bienes materiales), ni nadie. Hablan, se comportan sin
inhibición, sin reglas morales, sociales o religiosas. Una escuela de verdad y
autenticidad, una profecía de la libertad del poder y del control.
Nadie
esconde lo negativo de estas personas que son un himno a la anarquía moral y
religiosa, que no son productivos para la sociedad, que parecen no evolucionar,
son desordenados, están sucios y malolientes, marginados por otras personas, en
sus necesidades son muy básicos (casi infrahumanos), la mayoría son borrachos o
drogadictos, viven completamente fuera del sistema, de una manera no digna del
hombre. No queremos juzgar, sino ver si, en su vivir, indican proféticamente
una nueva forma de vivir, enseñan que se puede cambiar y sobrevivir igual,
incluso sin las “falsas necesidades” de este mundo consumista, que se pueden
eliminar muchas dependencias culturales. Estas personas seguramente sufren la
falta del bienestar de hoy, pero ganan a otro nivel que es el sentido de su vida
y de su ser.
Por
esto muchos no quieren ser rescatado de esta situación, otros con la ayuda y el
apoyo, sobre todo afectivo, salen y se reintegran. Tomamos de su elección tan
extrema lo bueno que nos enseñan y dejamos lo malo.