MARÍA NOS ENSEÑA A SEGUIR A JESÚS


Basil Darker Gaete
Estudiante Camilo

Cómo dice la Oración Inicial del Mes de María, “en este mes bendito todo resuena con su nombre y alabanza”, pero lo que más se enriquece al cultivar un amor sincero a María es el amor a Jesús, cada vez que nuestra alma se dirige a María, ella amorosamente nos indica a su Divino Hijo. Si alguno quisiera orientar su seguimiento de Jesús desde la mirada de María, le sugeriría centrarse en tres lugares: Nazaret, Belén y Jerusalén.

1) Nazaret (Lucas 1, 26 – 38)

Nazaret es la aldea insignificante donde residía una joven virgen también insignificante, pero educada en un medio de judíos humildes y piadosos que esperaban la pronta manifestación de Yahve para salvar a su pueblo a través de la llegada del Mesías, quien restauraría el reino de David y la gloria del pueblo de Israel, en aquellos momentos mancillada por el dominio romano. Por eso no llama la atención que el ángel recalque a María que el Niño que ha de venir “llevará el título de Hijo del Altísimo y Dios le dará el trono de David, su padre” (Lc. 1, 32). María es una joven de fe, que espera confiadamente la manifestación salvadora de Dios, sólo así se explica que ante una situación tan desconcertante, de una solicitud tan inusual (dice el texto que María quedó “desconcertada y se preguntaba qué clase de saludo era aquél”, Lc. 1, 29) e incluso albergando dudas humanas (Lc. 1, 34), María se asume completamente como “la esclava del Señor” y así permite a Dios llevar a cabo su plan de salvación. Dios jamás fuerza a nadie a seguir su voluntad, ¿qué otro Dios de la historia o de otras religiones tendría la delicadeza de preguntar a una humilde criatura suya si quiere colaborar con él en sus planes? Pero María, mujer de fe, sabe que la sabiduría de Dios es incomprensible ante la razón humana pero siempre busca la felicidad y plenitud de sus hijos, por lo tanto no queda nada más que rendirse generosamente a lo que le pide. Este texto nazareno nos invita a destacar la Fe en Dios, la conducta expectante ante Él (es decir, como María, siempre estar atentos a las manifestaciones de Dios en mi vida cotidiana; no aparecerá el ángel Gabriel probablemente, pero sí aparecerá el amigo o pariente en problemas, el hambriento, el pobre, el humillado, etc; recuérdese el Evangelio del Domingo pasado: “lo que hicieron a uno de estos pequeños, a Mí me lo hicieron”, Mt. 25, 31-46) y la disponibilidad generosa ante lo que nos pida, poder cada uno decir: “he aquí al esclavo, a la esclava del Señor”.

2) Belén (Lucas 2, 1-7; Lucas 2, 8-19)

Belén es la ciudad de David, cuna de la familia de José. Por este motivo la Sagrada Familia debe dirigirse a empadronarse en esta ciudad durante el censo. Relata el texto que en este momento a María le llega la hora de dar a luz, debiendo hacerlo indignamente, junto a los animales de un pesebre, ya que no había ningún otro sitio en donde albergar. María y José son una pareja humilde, acostumbrada a las penurias, a la pobreza, a no tener grandes lujos ni cosas, pero venir a nacer el Mesías en un sitio “tan poca cosa”, no deja de ser, nuevamente, una experiencia desconcertante. Más aun cuando después llegan pastores contando de ángeles que cantan en el campo y magos extranjeros confirmando que este niño tan común y corriente a los ojos de los hombres es y llegará a ser alguien que realmente remecerá las bases de la humanidad. Nos hablan poco estos textos de las reacciones de María y José ante todo esto, pero creo que lo más importante queda resumido en esta frase, que se repetirá en otros sitios: “todos los que lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores, pero María conservaba y meditaba todo en su corazón”. Cuando leo este texto me imagino que diría María en su corazón, mientras todos los demás se asombraban. “¡si supieran lo que Dios tiene preparado a los hombres a través de este niño, si supieran lo que me dijo el Ángel sobre él!” Y la Madre contempla en Dios y con Dios todo lo que le ha pasado y lo que está viviendo, lo medita, lo guarda en el corazón, y tal vez por eso no se turba, no se asombra, no se enoja sino que nuevamente María, a pesar de todo, se vuelve a arrojar con confianza plena en la voluntad del Padre, recordando las palabras que le dirigiera el ángel Gabriel: “no temas María, que gozas del favor de Dios” (Lc. 1, 30), no temas, María, “nada es imposible para Dios”. Belén nos recalca nuevamente la fe-confianza en Dios y la aceptación pacífica y confiada de su voluntad. Nuestros ángeles guardianes seguramente también nos repiten en los momentos más duros: No temas Diego, Paulina, Basil, etc., que gozas del favor de Dios.

3) Jerusalén (Juan 19, 25-27)

Jerusalén es la capital administrativa de la Palestina romana y capital religiosa del pueblo de Israel, sede del Templo levantado por Salomón, y es en Jerusalén donde las fuerzas políticas y religiosas condenan a muerte al Hijo de Dios, al Hijo de María. El texto de Juan nos dice que “junto a la cruz de Jesús estaba su madre” y si estaba allí, no es deschavetado pensar que estuvo ahí durante todo el triste, injusto y dramático proceso: cuando le gritaban “preferimos a Barrabás, a ese otro crucifícalo”, cuando sus discípulos se esfumaban espantados, cuando sus enemigos se reían de él, lo golpeaban, lo escupían, se reían de él, ¡de Él, el Hijo de Dios vivo, el que había de restaurar el reino de su padre David, el que traería la paz a Israel! María estaba allí y estuvo de pie allí junto a la cruz. Ignacio Larrañaga, sacerdote capuchino, escribe que junto a la cruz, María acompaña con dignidad a su Hijo torturado “siendo Señora de Sí Misma, antes que Nuestra Señora”. ¡Cuántos de los momentos y palabras que durante la vida de su Hijo ella había “guardado en el corazón” estarán aflorando en ese momento a los pies de la cruz! Y ella permanece ahí, fiel ante todo a su Hijo y confiada en los planes de Dios Padre a pesar del absurdo del dolor irracional y la muerte. En medio de esta impresionante escena, Jesús, quien no se cansa de amar a los suyos ni siquiera en sus momentos de máxima aflicción, se preocupa de que su madre, ya mayor y viuda, no quede desamparada tras su muerte y la entrega al discípulo amado. María acepta generosamente (¡otra vez!) su nueva maternidad. “Hijo, ahí está tu madre”, “Mujer ahí tienes a tu hijo”, “Y desde aquél día el discípulo acogió a María en su casa”. En este bello gesto de no dejar desamparada a María, Jesús no nos deja desamparados a nosotros: nos regala a la mejor de las madres, la que por medio de su ejemplo de discipulado, confianza en Dios y en su voluntad, por medio de su capacidad de estar atenta a servir al que la necesite (recuérdese cuando acude a ayudar a su prima embarazada (Lc. 1, 39. 56) o se da cuenta de que unos novios pueden quedar en gran vergüenza porque se les acaba el vino de la fiesta (Jn.2, 2-5)) y de su capacidad de enfrentar los momentos complicados de la vida (no por confiar en sí misma ni buscar en si misma las explicaciones de lo que pasa, sino amparándose en el Padre que la ama intensamente) nos enseña a seguir a Jesús diciéndonos incesantemente como dijo en Caná: “Hagan todo lo que Él les diga” (Jn. 2, 5).

Espero que la meditación de estos momentos de la vida de Cristo y María, encarnados en estos tres lugares santos les ayude a desarrollar mejor su misión como monitores de confirmación y logren transmitir de buena manera a los jóvenes cuánto les aman Jesús y María.

¡Un saludo afectuoso! ¡Paz y bien!


Hoy el Señor Jesús se ofrece como Único Pastor de un único rebaño, pero nosotros, y nuestros pecados, nos hacen separarnos y constituimos irresponsablemente en muchos rebaños que son como fortalezas cerradas. Hemos de abrirnos a la unidad aunque nos cueste. Si somos humildes y perseveramos en la oración constante Jesús Resucitado nos conducirá al único aprisco del único Rebaño. Asimismo en este domingo cuarto del tiempo pascual celebramos la jornada mundial por las vocaciones. La mies es mucha y los obreros siguen siendo pocos. Cómo la familia religiosa Camiliana estaban juntos en la oración, la comunión y la alimentación del cuerpo y el alma. Con la presencia del Padre Giovanni, Padre Renato, los estudiantes de teologia *profesos, postulante e Hermanas Ministras.












http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=bJKwp8Ufql4

No Caen del Cielo



¿Por qué misionar?

Basil Darker G.
Postulante Orden de Ministros de los Enfermos
(Religiosos Camilos)


     Es una bendita gracia tener que tocar el tema de la misión cristiana estando en medio del Tiempo Pascual, donde la luz de Cristo Resucitado da un impulso nuevo a toda la vida de la Iglesia y parte capital de esta vida es el anuncio de esta Buena Noticia: el triunfo de la vida sobre la muerte y la instalación del Reino de Dios en medio de los hombres a través del paso de Jesucristo entre nosotros. Además este año la Iglesia chilena, inspirada por el Documento de Aparecida (que nos ha invitado todo este tiempo a ser “discípulos y misioneros” de Cristo), llama especialmente a la Misión Joven, de modo que los jóvenes no sean relegados a “la mesa del pellejo” de la Iglesia, como indica Mons. Ricardo Ezzati, sino que, siendo semillas de la futura Iglesia y la futura sociedad, renueven su fe, esperanza y amor en Cristo Jesús. En este artículo desarrollaré brevemente por qué la misión cristiana sigue siendo hoy un tema de vital importancia para la vida de la Iglesia.
1)      La Misión: Mandato de Jesús  y necesidad del hombre de hoy
     La misión es, ante todo y como su nombre lo indica, un envío. Ser misionero es ser enviado, al igual como Jesús en la tierra. En su oración al Padre, Jesús dice: "Como Tú me has enviado al mundo, yo también los envío al mundo” (Juan 17, 18) y después de su Resurrección, Cristo coloca especial énfasis en enviar a sus discípulos, convirtiéndolos (y convirtiéndonos) en testigos suyos ("Ustedes serán mis testigos... hasta los confines del mundo" (Hechos 1, 8), “Vayan  por todo el mundo y anuncien la Buena Noticia a toda la creación" (Marcos 16, 15).)
Por esto, podemos decir que un misionero es, ante todo, alguien que se ha encontrado con Cristo Resucitado, alguien que ha experimentado en su vida el amor de Dios: en el perdón de sus propios pecados, en la esperanza de su propia salvación y de la vida eterna, pero sobre todo, en el Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones, que nos hace exclamar: "¡Abba, Padre!" y nos impulsa a la caridad, a amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo "como Él nos ha amado". Esta experiencia personal con Cristo diferencia al simple funcionario del apóstol: el funcionario puede ejecutar con eficiencia la tarea que se le encomiende sin que necesariamente sus motivaciones provengan del deseo de construir el Reino, sino sólo como un buen ejecutor técnico, sin embargo la motivación del apóstol nos la expresan san Pedro y san Juan en los Hechos: apremiados por las autoridades judías para que no prediquen más en nombre de Jesús, los apóstoles  contestan: “Juzguen si está bien a los ojos de Dios que les obedezcamos a ustedes antes que a Dios. Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído.” Del hecho de “estar” con Jesucristo y tomar conciencia de su amor en nuestra vida surge la fuerza (obra del Espíritu Santo, ciertamente) para que otros puedan también puedan tener una experiencia con Jesús, volviéndose en muchos casos una necesidad parecida a la que animaba los corazones de los cristianos de los primeros siglos: No es cosa de querer o no querer, ¡no podemos callar lo que hemos visto y oído! Pablo, misionero y apóstol por excelencia, llega a decir: “Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1 Corintios 9, 16).
Para ser más conscientes de este encuentro personal con Dios, es siempre conveniente que antes de salir a misionar tengamos algún tiempo (comunitario y personal) para reflexionar sobre nuestros propios encuentros con Dios, hacer como dice san Agustín: un recuerdo amoroso de Dios en tu historia. Esto no es fácil si no se tiene la costumbre de hacerlo, pero ¡ánimo!, la fe se fortalece dándola.
2)      ¿Qué queremos anunciar?
Es fundamental tener muy clara la respuesta a esta pregunta, pues teniendo claros nuestros objetivos será más fácil trabajar. Hemos dicho que es importante tener una experiencia, una relación con Dios antes de tomar la tarea de misionar, pero debemos considerar que lo que anunciamos no es solo lo que Dios ha manifestado en la vida particular de cada uno, pues caemos en el riesgo de empobrecer nuestro anuncio, centrándolo en nosotros mismos y no en Jesucristo, sino lograr transmitir a los demás “la razón de nuestra esperanza” (1 Pedro 3, 15), que se encuentra precisamente en la persona de Jesús y su Buena Noticia.
Tampoco podemos centrar nuestro mensaje en pura emocionalidad o en lo que “yo creo” o “yo pienso” que es el mensaje de Cristo, el Evangelio fue entregado a la Iglesia y desde la Iglesia es que se proyecta la misión a los demás; es por esto que se hace necesario que el misionero no sólo tenga una relación personal con Dios, sino también comunitaria, tener experiencia de Iglesia, conociéndola, amándola y sintiéndose parte de ella. Es en la Iglesia y desde la Iglesia que el Espíritu Santo va inundando los corazones y enseñándonos todas las cosas (cf. Juan 14, 26) no sólo por revelación personal, sino principalmente a través de los Apóstoles y sus sucesores. Esto hace necesario que el misionero, como miembro activo de la Iglesia, busque tener una formación aceptable sobre el mensaje del Evangelio y la Tradición de la Iglesia, ¿cómo se puede anunciar lo que no se conoce? Así el buen misionero debería nutrir, complementar y unir su experiencia de fe personal y comunitaria con una buena formación en la fe.
3)                 Jesús no necesita “profesionales” de la misión
Sin embargo, espero que no se interprete lo anterior como una limitación al deseo de misionar, baste pensar que Jesús no escogió precisamente a la élite intelectual de su tiempo como sus primeros enviados. Jesús no necesita solamente teólogos y expertos para construir el Reino, sino hombres y mujeres abiertos a la acción de su Espíritu y que se relacionen con él a través de la oración, la participación en los sacramentos y la lectura asidua de su Palabra. A partir de esta experiencia de amar y sentirse amado, Dios va despertando en nosotros más sed por Él y más deseos de conocerle, servirlo mejor y darlo a conocer y amar.
Si Dios te ha llamado a esta instancia, es porque sabe que tú puedes ser su misionero. "No son ustedes los que me eligieron a mi, sino yo el que los elegí a ustedes y los destiné para que den fruto y ese fruto sea duradero" (Juan 15, 16). Dios nos llama y nos elige a pesar de nuestra condición, porque la obra la va a realizar Él.  "No somos nosotros los protagonistas de la misión, sino el Espíritu Santo" como nos recuerda el beato Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris Missio.  Así que no se extrañen de que Dios elija “lo que el mundo tiene por necio para confundir a los sabios y lo que el mundo tiene por débil para confundir a los fuertes” (1 Corintios 1, 27). Así que ¡ánimo!, si la obra es de Cristo, basta tener fe, esperanza y amor, entregarse con generosidad y trabajar con tesón, considerando un consejo de san Ignacio de Loyola: “Haz las cosas como si todo dependiera de ti y confía en el resultado como si todo dependiera de Dios”
4)                 Los mandó de dos en dos
La misión es labor de toda la Iglesia y es imposible concebirla como una tarea individual. El apóstol Pablo, en sus varias cartas, muestra concretos ejemplos de que la misión no es tarea de uno solo, sino cooperación de todos los discípulos de Jesús (ej. Romanos 16, 21-24 y tantas otras despedidas y saludos en que reconoce el aporte de algunos hermanos y da instrucciones). El mismo Jesús es tan consciente de esta necesidad, que en el envío de los primeros misioneros los evangelios relatan que los envió de dos en dos. Es muy enriquecedor que el grupo misionero logre un buen afiatamiento antes de iniciar la misión misma, pues en este grupo cada misionero se podrá sentir contenido, compartir las vivencias positivas y negativas y crecer juntos en el seguimiento y servicio de Cristo, aprendiendo unos de otros. Como todos los grupos humanos podrá haber discusiones y roces (¡hasta los mismo apóstoles los tuvieron!, ej: Mateo 20, 24), pero teniendo claro el objetivo central que nos une y la invitación de Cristo de ser misericordiosos entre nosotros estas situaciones serán para el grupo ocasión de crecimiento.
5)                 “Padre, aquí está su Oriente”
Uno de los deseos más intensos de san Leopoldo Mandic, sacerdote capuchino (1866 – 1942), era volver de Italia a su Croacia natal para trabajar por la reconciliación entre católicos y ortodoxos (la Iglesia cristiana de Oriente), sin embargo debido a su salud precaria este deseo fue siempre negado por sus superiores, quienes le decían: “Padre Leopoldo, aquí está su Oriente”. Fray Leopoldo aceptó su situación con amor y así Dios le concedió el don de ser un santo sacerdote y famoso apóstol de la misericordia divina. Este ejemplo quiere ilustrar que no es necesario pensar que la misión está en el África o la China, ¡en nuestra propia casa, trabajo o lugar de estudios puede estar nuestro Oriente! Este año la Iglesia chilena nos invita a la Misión Joven, especialmente dirigida a los jóvenes que se encuentran alejados de Cristo. No sólo ellos necesitan de Cristo, Chile sigue siendo lugar de misión, así lo demuestran tristes eventos que nos han remecido en los últimos meses, con signos de violencia desgarradora entre quienes fueron creados como hermanos, movimientos que cuestionan el derecho a la vida y la difusión de valores superficiales, perecederos y que no llevan al hombre y la mujer a la plenitud que Dios nos desea. A través de la misión, nosotros como Iglesia ejercemos nuestro rol evangelizador y profético.
6)                 Pecados del hombre y la mujer de acción
Para ir terminando con este mensaje sobre la misión, les dejo un texto escrito por san Alberto Hurtado, dónde nos advierte de situaciones que pueden entorpecer la acción de Dios en nuestra actividad cristiana. Les invito a que puedan leerla y reflexionarla con calma en su grupo y preguntarse: ¿a cuál de estos pecados tengo yo más tendencia? ¿cómo podría mejorar mi vida cristiana a la luz de este texto y en la actividad misionera a la que me siento llamado/a?

Los pecados del hombre de acción
San Alberto Hurtado

Creerse indispensable a Dios. No orar bastante. Perder el contacto con Dios.
Andar demasiado a prisa. Querer ir más ligero que Dios. Pactar aunque sea ligeramente con el mal para tener éxito.
No darse entero. Preferirse a la Iglesia. Estimarse en más que la obra que hay que realizar, o buscarse en la acción. Trabajar para sí mismo. Buscar su gloria. Enorgullecerse. Dejarse abatir por el fracaso. Aunque más no sea, nublarse ante las dificultades.
Emprender demasiado. Ceder a sus impulsos naturales, a sus prisas inconsideradas u orgullosas. Cesar de controlarse. Apartarse de sus principios.
Trabajar por hacer apologética y no por amor. Hacer del apostolado un negocio, aunque sea espiritual.
No esforzarse por tener una visión lo más amplia posible. No retroceder para ver el conjunto. No tener cuenta del contexto del problema.
Trabajar sin método. Improvisar por principio. No prevenir. No acabar. Racionalizar con exceso. Ser titubeante, o ahogarse en los detalles. Querer siempre tener razón. Mandarlo todo. No ser disciplinado.
Evadirse de las tareas pequeñas. Sacrificar otro a mis planes. No respetar a los demás; no dejarles iniciativa; no darles responsabilidades. Ser duro para sus asociados y para sus jefes. Despreciar a los pequeños, a los humildes y a los menos dotados. No tener gratitud.
Ser sectario. No ser acogedor. No amar a sus enemigos.
Tomar a todo el que se me opone como si fuese un enemigo. No aceptar con gusto la contradicción. Ser demoledor por una crítica injusta o vana.
Estar habitualmente triste o de mal humor. Dejarse ahogar por las preocupaciones del dinero.
No dormir bastante, no comer lo suficiente. No guardar por imprudencia y sin razón valedera la plenitud de sus fuerzas y gracias físicas.

           
Nos encontramos en estos momentos celebrando como Iglesia el acontecimiento más sublime de toda la historia humana: la Resurrección de Cristo; que la alegría de la Pascua nos impulse a ser nuevos heraldos de la Victoria de Dios, como María Magdalena, Pedro, Pablo y tantos hermanos nuestros que a través de los siglos han recordado a la humanidad su verdadera vocación de hijos e hijas amados de Dios. Con nosotros va María, Reina de los Apóstoles (Hechos 1, 14), y también el mismo Resucitado, quien nos envía y sostiene: “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.  Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”.
¡Alabado sea Jesucristo!

PASTORAL EN HOSPITAL CAMILIANA: PARA ADULTOS Y PARA CHICOS






En la primera foto podemos ver la Familia Camiliana Laica en el retiro de marzo. un grupo de personas que dedican su tiempo disponible a testimoniar el amor de Cristo hacia los enfermos con el mismo corazón de una madre hacia su hijo enfermo. visitan a enfermos en hospital y a domicilio.
Los niños de las otras fotos son el coro de la parroquia San Camilo que en el hospital parroquial de San Bernardo están haciendo el primer concierto de música sacra para los enfermos en el Sábado Santo, aliviando sus dolores y haciéndoles sentir la presencia de Jesús que los amas. La iniciativa, ha sido acogida por los enfermos con alegría y cariño. ,La voz de los niños, toca el corazón y ayuda a rezar y a reflexionar sobre las cosas de Dios de una forma toda particular y profunda. una nueva forma de preparar a Pascua de Resurrección.

VIDA PASTORAL EN EL HOSPITAL PARROQUIAL CON LOS CAMILIANOS DE SAN BERNARDO







La pastoral de la salud en un hospital no es sólo "extremaunción" a moribundos o "consuelo" a desesperados, como piensan algunos, sino es dar VIDA Y SALUD, donde hay enfermedad, dar LUZ donde hay el lado oscuro de la vida, es hacer presente el Cristo Médico y Buen Samaritano entre pacientes, familiares y funcionarios. 
Las maneras son muchas. vemos en estas fotos, primero, la Confirmación de Victoria, una niña que el primero de abril cumplía 6 años, todos pasados en una sala de la pediatría atada a un ventilador mecánico, pero con una intensa vida relacional y emocional compartida con su mamá y el personal de la pediatría.
Las otras fotos muestran la fiesta que el 2 de abril se hizo a Olga en su 80 cumpleaños, una funcionaria del hospital parroquial que todavía trabaja en cirugía. La fiesta fue muy personalizada y cada uno dijo lo que Olga representaba para èl/ella y para el hospital. Una familia hospitalaria, he aquí lo que se enseña cuando los camilianos hablan de humanización.

6 DE ABRIL - VIERNES SANTO EN PARROQUIA SAN CAMILO














La parroquia San Camilo de San Bernardo realiza, bajo la coordinación del párroco P. Eloy, su tradicional via crucis por las calles y las familias del territorio parroquial. La participación ha sido numerosa y vivida intensamente. Un signo del testimonio y de la misionariedad de la iglesia que busca llegar, abriendo las puertas del templo a todos los hombres de buena voluntad. Se puede ver en las fotos el nuevo vice párroco,  el P. Renato Prado, brasileño, formador y promotor vocacional de la comunidad camiliana en Chile.

VIA CRUCIS EN EL HOSPITAL PARROQUIAL DE SAN BERNARDO










Un hospital de 115 años, el último hospital de Iglesia que se queda en Chile, no puede no mantener sus tradiciones másauténticas. Una de estas es el via crucis, que se realizó gracias al grupo de la pastoral del hospital, animada por los religiosos camilianos. El P. Pietro m.i., capellán, ha explicado que cada vez que nos unimos a los sufrimientos de Cristo (Col 1,24) cooperamos con él a la salvación de la humanidad y al bien de su Cuerpo que es la Iglesia. Un signo de esperanza y de caridad que hemos llevado a los enfermos en los varios servicios del hospital.